Viernes 25 de noviembre, la tarde se presentaba poco apacible y no cesaba de lloviznar leve pero constantemente. Quizás el calor del hogar, o la compañía de la familia aletargan los ánimos de salir a la calle. Sin embargo era el día internacional contra la violencia hacia la mujer y el Ayuntamiento organizaba un acto para conmemorarlo; y ese era motivo suficiente para mostrar mi apoyo a la causa de forma personal y activa.
Las personas generalmente piensan que la oposición de una institución está para hacer siempre la contra al Gobierno de turno. Permítanme que discrepe de esta afirmación. Y para demostrarlo no puedo dejar de felicitar al Equipo de Gobierno de nuestro Ayuntamiento y más concretamente, a su concejala de participación ciudadana, mujer y educación, Dª Pilar Díaz, por un acto tan digno, acertado y de una brillante calidad y calidez humana.
El acto fue por formativo, educador, altamente cultural y por momentos emotivo. Todos somos conscientes del extraordinario papel de la mujer en nuestra sociedad, y gracias al trabajo y la lucha de muchas de ellas, hoy nuestra sociedad es un poco más justa. Aunque la sociedad nunca haya sido justa con ellas como quedó patente en el repaso que por el reconocimiento a distintas mujeres como Adolfina Storni, María T. León, María Zambrano, Zenobia Camprubí, Rosalía de Castro, Ernestina de Champourcin, Concha Méndez o Gabriela Mistral se realizó en el acto en el que participaron extraordinariamente, poniendo voz a sus versos e ideas, seis mujeres algarrobeñas.
Pero si alguien supo captar como nadie la fuerza y el coraje de la mujer ese fue Lorca, y no es casualidad que su calidad dramática y reconocimiento como dramaturgo le vengan de la mano de obras que tienen como centro a la mujer y su mundo, tales como: Mariana Pineda, La Casa de Bernarda Alba o Yerma. De ésta última es el siguiente fragmento en el que Lorca resume espléndidamente en boca de la propia Yerma el anhelo primitivo y razón de ser de la Mujer y la condición natural de madre, figura que la mayor parte realizan de forma abnegada y en muchos de los casos sacrificada, siempre desde el silencio y sin esperar nada a cambio.
¡Ay qué prado de pena!
¡Ay qué puerta cerrada a la hermosura,
que pido un hijo que sufrir y el aire
me ofrece dalias de dormida luna!
Estos dos manantiales que yo tengo
de leche tibia, son en la espesura
de mi carne, dos pulsos de caballo,
que hacen latir la rama de mi angustia.
¡Ay pechos ciegos bajo mi vestido!
¡Ay palomas sin ojos ni blancura!
¡Ay qué dolor de sangre prisionera
me está clavando avispas en la nuca!
Pero tú has de venir, ¡amor!, mi niño,
porque el agua da sal, la tierra fruta,
y nuestro vientre guarda tiernos hijos
como la nube lleva dulce lluvia.
Pero si alguien supo captar como nadie la fuerza y el coraje de la mujer ese fue Lorca, y no es casualidad que su calidad dramática y reconocimiento como dramaturgo le vengan de la mano de obras que tienen como centro a la mujer y su mundo, tales como: Mariana Pineda, La Casa de Bernarda Alba o Yerma. De ésta última es el siguiente fragmento en el que Lorca resume espléndidamente en boca de la propia Yerma el anhelo primitivo y razón de ser de la Mujer y la condición natural de madre, figura que la mayor parte realizan de forma abnegada y en muchos de los casos sacrificada, siempre desde el silencio y sin esperar nada a cambio.
¡Ay qué prado de pena!
¡Ay qué puerta cerrada a la hermosura,
que pido un hijo que sufrir y el aire
me ofrece dalias de dormida luna!
Estos dos manantiales que yo tengo
de leche tibia, son en la espesura
de mi carne, dos pulsos de caballo,
que hacen latir la rama de mi angustia.
¡Ay pechos ciegos bajo mi vestido!
¡Ay palomas sin ojos ni blancura!
¡Ay qué dolor de sangre prisionera
me está clavando avispas en la nuca!
Pero tú has de venir, ¡amor!, mi niño,
porque el agua da sal, la tierra fruta,
y nuestro vientre guarda tiernos hijos
como la nube lleva dulce lluvia.
Gracias a todas las mujeres algarrobeñas por vuestra contribución personal a la justicia social y el progreso de nuestro municipio.
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